04 Sep Los encargos de Remedios
Después de su exposición individual en 1956 Varo se había establecido como una pintora que se mantenía sola y podía vender lo que quisiese pintar.
Y aunque no le gustaba nada pintar retratos, en 1957 aceptó los encargos (a petición de los Bal y Gay, propietarios de la Galería Diana) de dos prominentes familias mexicanas para que pintase retratos de sus respectivos hijos. A los niños Andrea y Lorenzo Villaseñor los presenta jugando en lo que parece un elegante salón, delante de un cielo oscurecido. Con la tela que han cortado de unas cortinas que cuelgan allí cerca, los niños han construido una enorme cometa que flota por el espacio. Y mientras la niña trata de controlarla, su hermano cabalga sobre ella. Con el agua de la lluvia que han recogido en un cantarito y que gotea sobre el suelo de azulejos a cuadros, han hecho también una charca que utilizan como estanque para que navegue un barco de juguete de tres mástiles. El recortar los cortinajes de una casa y hacer charcos en el suelo no parecen escenas idóneas para el retrato de los niños de una pudiente familia mexicana, pero a la pintora indudablemente le divirtió situarlos, después de cumplir con el obligo parecido, en una escena de travesuras infantiles.
Retrato de los niños Andrea y Lorenzo Villaseñor, 1957.
En Las Hijas de la Familia Arnouz, Varo retrata dos niñas, una de menos de 10 años, la otra una adolescente, en un tamaño excesivamente grande, sentadas en una complicada embarcación hecha con un caballito de mar, desde donde miran recelosas, dando además la impresión de que van muy apretadas e incómodas, especialmente si se le compara con los peces que avanzan a un lado del barco a toda velocidad al aire libre y a mar abierto.
Las hijas de la familia Arnouz,1957.
Un tercer encargo del mismo año fue el retrato del prestigioso cardiólogo mexicano el doctor Ignacio Chávez, al que ha vestido con una especie de ropaje sacerdotal como sugiriendo que su profesión es quizás una especie de sacerdocio. En la mano tiene una llave.Los personajes que vienen por el desfiladero tienen una pequeña puertecita en el sitio del corazón y según van pasando les da cuerda.
Retrato del Dr. Ignacio Chávez, 1957
Eran retratos que nada tenían del modelo tradicional, pero los clientes de Varo debían de esperar algo fuera de lo corriente al elegirla a ella para sus encargos. Sin embargo, aún así, no le gustaba sentir la presión de lo que los clientes esperaban, y pronto empezó a rechazar encargos o a idear la forma de ahuyentarlos. Prefería mucho mas pintar retratos fantásticos que podía inventarse. Un ejemplo es el Retrato del Barón Angelo Milfastos de niño, un dibujo que hizo como felicitación de cumpleaños para su amigo el pintor mexicano Juan Soriano. Es el retrato de un chico joven sentado en una barquita que mira con grandes ojos inocentes por debajo de un gran colador que lleva en vez de un sombrero. En la parte delantera de la barca hay una cabeza sin cuerpo y detrás un gran cuchillo. En el reverso del dibujo Remedios escribió la historia del muchacho.
Juanito, Muchas felicidades, no te importe que este dibujo sea tan malo, porque es un documento de gran valor histórico. se trata del único retrato que existe del barón Angelo Milfastos cuando era niño y empezó a cortar las cabezas de sus tías. Murió más tarde en la horca, pero fue una gran injusticia y un error judicial. No era ningún criminal sino el inventor de un nuevo y magnifico aparato para afilar cuchillos, al cortar cabezas solo se proponía probar el aparato.
Retrato del Barón Angelo Milfastos de niño, 1952.
Este era el tipo de retrato que a Varo le divertía realizar, el de un tipo inventado que enviaba en broma como felicitación a un amigo. Nunca le gusto la presión del trabajo hecho de encargo y, después de 1957 rechazo todas las peticiones de retratos.
Remedios Varo pintando el retrato de los niños de Villaseñor en su estudio de la calle Álvaro Obregón en Ciudad de México, 1957.